Hoy escuché tu voz entre la ausencia del silencio.
El eco de mi nombre repiqueteó en las paredes solitarias de mi alma y la angustia de no encontrarte se clavó como una daga punzante en el centro de mi pecho.
Si tan sólo mis manos fueran capaces de sujetarte y traerte desde las tinieblas en las que estás sumergido…
Si tan sólo pudiese curar las heridas que sangras en palabras huecas y sin sentido…
Cómo quisiera encontrar la puerta que libere tus condenas, saber hallar las respuestas que apacigüen tus aguas revueltas.
O ser capaz de soltarte y perderme en el olvido.
O enterrarte en un abismo infinito, o desprenderme, o dejar de amarte…
O tal vez simplemente perdonarte…
Pero tu voz es tan fuerte y aún rebota tan real en mi mente que me es imposible no escucharla…